– Te estás yendo… Partes hacia el país de los recuerdos apagados, el reino de los abismos donde se sofoca el alma, se corta la respiración, se detiene el corazón; el pozo de las sombras… Te estas marchando, y mejor que así sea, pues no quiero que vuelvas nunca. ¡Permanece para siempre en el olvido, sepultado por la muerte justiciera!
Esto dijo la víctima vengada, el cuerpo de su enemigo, tantas veces despreciado, tendido a sus pies. Tomó su sombrero, tiró el arma ensangrentada, se levantó, apretando muy fuertemente los dedos de sus pies, y se fue.
A lo lejos, se oía la música de una canción de amor, de un viejo y rayado tocadiscos.