
El sol caía y el horizonte llameaba. Sentados a su alrededor, decenas de hombres, mujeres y niños escuchaban a mi maestro. Una pequeña hoguera ardía en el centro. Él les hablaba caminando entre ellos, llenando sus copas, pintando sus rostros con la ceniza negra de los poetas.
<<Tristes son los pasos de nuestro camino por este terrorífico mundo, y se deslizan como lentos atardeceres silenciosos en los que las últimas flores del otoño fueran cubiertos por la oscuridad y por la lluvia fría que en la noche se convierte en nieve. Tristes y pesarosos son nuestros planes y proyectos, lamentables son nuestros quehaceres, lastimosas nuestras palabras, llorosos nuestros corazones.
Rápido y fugaz es nuestro discurrir por esta tierra de escenarios y sombras. Como la llama que crepita un instante, se contrae y se expande, baila ante los ojos asombrados del niño, y luego sea apaga, reduciendo a cenizas aquello que le daba vida, así también nosotros seremos fantasmas en la pared, arderemos un instante, lo suficiente para iluminar un poco el universo, y después nos apagaremos, reducidos a la nada.
Incontables y estúpidos son los afanes del hombre en su lento caminar, siempre preocupado por encontrar algo que hacer mientas camina sin darse cuenta, porque el ritmo nunca se detiene, aunque a veces no lo note. Incontables, porque no sabe concentrarse en lo esencial y silencioso, y tiene miedo de lo que descubrirá si mira al interior; estúpidos, porque haga lo que haga, nada le alejará de la desesperación, el cansancio y la muerte. El hombre siembra para no recoger, trabaja para no disfrutar, se esfuerza para no descansar y aspira a imposibles que en su mente distorsionada parecen alcanzables, pero que le consumirán en el intento.
El sino del hombre es avanzar sin poder detenerse, y pasar por el camino sin prescindir de los incontables y estúpidos afanes de cada día, pues ellos le apartan del terror de vivir en el vacío de su propio espíritu.
Los hombres buscan fuera lo que no encuentran dentro. He aquí la clave de todo.
Y yo te pregunto, a ti que me escuchas con los ojos abiertos, los oídos confusos y la mente dormida, ¿qué sigues haciendo buscando fuera de ti lo que está dentro? La felicidad, la alegría, la paz, la belleza, la claridad, la estabilidad, la dulzura, la fe, el placer, el amor, incluso la riqueza… todo eso con lo que sueñas y por lo que darías un brazo o una pierna, todo eso está dentro de ti en forma de autoconocimiento, silencio, soledad y meditación, incluso en forma de primitiva poesía, pues el recuerdo de lo que nos fue inyectado en el alma al nacer se manifiesta en forma de palabras. En las palabras ocultas que tu corazón conserva, y que solo leerás en ti en el más absoluto silencio, en la más absoluta pobreza interior, quizás cuando hayas luchado hasta la extenuación y lo hayas perdido todo, quizás cuando hayas perdido hasta lo que creíste haber encontrado, quizás cuando el silencio se termine y regrese la tormenta, y luego la tormenta te arrase y te hayas rendido por fin, a punto de expirar… quizás entonces oigas por fin esas palabras que están escritas en el fondo de tu ser, con letras de oro.
¿Qué palabras son esas, amigos míos?
¡Yo no puedo decíroslo! Tenéis que descubrirlas por vosotros mismos. Lo siento, no me miréis así. ¡Esas palabras son diferentes para cada ser humano! No puedo leer en vuestro interior. Si fuera así, probablemente ya os habría chantajeado para beberme vuestro vino y comerme vuestra comida. Pero en cambio solo veo con claridad lo que hay dentro de mí, y no todos los días, porque hay días que también mi corazón es un huracán en el que se arremolinan los vientos, que arrastran escombros y porquerías de los cuatro puntos cardinales y me impiden respirar, y apagan todo otro sonido y toda otra luz. ¡Amigos, mi fuego apenas da para iluminarme a mí mismo! Cada uno de vosotros debe buscar el santuario secreto de su propia esencia, y para ello debe vaciarse absolutamente, y dramáticamente, hasta que se haga realidad aquella antiquísima enseñanza, pero sabia sobre cualquier otra, que los graeci sintetizaron en solo dos palabras, culmen, origen y fin de nuestra salvación: CONOCE – TE.>>
En ese instante, justo en ese momento, una estrella cruzó el cielo sumido en la noche. Y sentí que había dentro de mí un universo que no conocía y que me aguardaba en silencio.