Here is my heart, my friends!

¡Ah de las nulidades! ¡Que la vida se organiza sobre prioridades y compromisos! ¡Que la vida es una evaluación de los talentos propios, y su acierto se logra a través del trabajo! ¡Trabajo, trabajo, trabajo! La vida se perfecciona por el trabajo. Solo así caminamos según las prioridades más humanas…
Hay algo en mí que lucha por estallar y contaminar hasta mis más diminutos pensamientos, algo que me alza en sus brazos y me pone de frente a la inmensidad que me asusta y en el vacío sobre el abismo amenazante. Busco ese algo como el sediento el agua. Pero desprecio las fuentes, porque tengo miedo de sus rumores continuos. ¡Pobre de mí! ¡Soy pero no soy!
Imaginaos un peregrino vestido con una raída capa, una prenda maloliente, pero otrora reluciente y deslumbrante. Imaginaos a ese peregrino medroso, perdido, indefenso, que va caminando apoyado sobre un bastón, a través de desiertos y campos. Imaginaos a ese peregrino anhelando el horizonte, pero cansado por el rigor del tiempo y los senderos. Unos lo llaman hombre, Dios lo llama hijo.
Mas no penséis, amigos, que el peregrino del que os hablo es pobre hasta el extremo de muerte. Tiene manos para alcanzar los bienes del mundo, pies para correr tras ellos, ojos para guiarse aun en la tiniebla; en fin, las estrellas para suspirar por ellas y seguir sus sendas. A este ser añadidle voluntad inquebrantable, y será la gloria de la vida universal. Añadídsela.
Busco la plenitud con ansiedad ciega y se apodera de mí el hastío, porque mi corazón finito no acaba de prepararse para saltar o romper sus límites. Busco la plenitud con temor de que se me escape la vida sin haber concluido esta carrera, y tropiezo a cada paso con mis propios pies. ¿Por qué sigo cojeando de las dos piernas, en vez de alzarme en vuelo sobre la noche?
Los hombres son como niños e ignorantes: no entienden, Señor de toda criatura, que tú no eres un director de coro, que a cada cual dirige en el decurso de la música. Los hombres son así: no entienden que solo pides amor, y no celebraciones o heroicidades, y que el amor no tiene nada que ver con los formalismos, porque se fundamenta en la verdad, es decir, en la libertad.
Otro de los grandes males de mi sociedad: nos hemos convertido en espectadores, y hemos abandonado nuestra función de actores. Vivimos consumiendo, pero no encontramos gozo en producir. Preferimos que nos den la vida hecha, y no advertimos el valor y la nobleza de construirnos.
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