Queridos amigos y lectores de Somnia:
Como os decíamos el domingo, vamos a ir publicando poco a poco los relatos más destacados del I Premio Somnia de relato breve. Entre las menciones especiales, que fueron tres, tenemos el relato corto titulado El Lobo espiritual de los bosques, escrito por Lorena Veliz, que os dejamos a continuación, para que podáis leerlo. Espero que os guste.

En un bosque muy lejano, habitaba un enorme lobo de grandes ojos y maravilloso pelaje negro, cualquiera que hubiera tenido contacto con él, sin lugar a dudas, habría salido huyendo por su aspecto feroz que aterrorizaba. Era el Lobo Espiritual de los bosques y su misión consistía en poner orden y proteger a las plantas y animales que allí habitaban. Cada noche, el Lobo recorría los miles de kilómetros del bosque, solo para cerciorarse de que cada ser viviente en el bosque disfrutaba de calma y bienestar. Tenía poderes espirituales, y todos los animales del bosque lo respetaban por su enorme sabiduría.
Cierto día, la Diosa del amor, aburrida de deambular por su reino, decidió mirar por un segundo la Tierra, y se quedó extasiada al ver el orden y la paz que en el bosque espiritual reinaba. Entonces escapó del reino celestial para disfrutar de unos minutos en la Tierra, se escabulló del cuidado de su hermano el Dios Nefasto y adoptó forma humana para internarse en el bosque. Pasaron días y la Diosa disfrutó de cambiar de colores a los animales, hacer hablar a los conejos, hacer trinar a las mariposas y pintar los árboles de tonos locos. La Diosa disfrutaba del mundo creando su propio caos, había hecho que las arañas tuvieran alas y los pajaritos bucearan en el lago. Se adueñó de una parte del bosque. Tantos fueron los cambios, que llegaron a oídos del Lobo Espiritual, quien, enfurecido ante la intromisión de la Diosa, recorrió el bosque constatando el desorden que se había creado, y entonces decidió comerse al intruso. Mas, cuando llegó y se encontró frente a la Diosa en su forma humana, esta no expresó miedo como otras criaturas, sino que le dio el poder para volar en vez de correr por el bosque, y el lobo se quedó más que sorprendido del atrevimiento, y cuando quiso lanzar el primer aullido de furia, la Diosa solo lo tomó del hocico y lo acarició, irradiándole una paz indescriptible.
En el mundo mortal pasaron meses, y el Lobo y la Diosa aprendieron a convivir juntos. Él la miraba, extasiado, cambiar los colores del bosque espiritual; y ella lo contemplaba, admirada, aullar cada noche frente a la luna. Durante las noches, el Lobo y la Diosa dormían juntos en la cueva espiritual, mientras ella se acurrucaba en la suave piel del Lobo y él entornaba los ojos con los cuentos que la Diosa le contaba para dormir.
En el mundo de los Dioses habían pasado dos horas desde que la Diosa del amor se escapara. Cuando su hermano Nefasto, Dios de la envidia y las calamidades, buscó a la Diosa y no la encontró, se llenó de ira y envidia. En el fondo, Nefasto estaba perdidamente enamorado de su hermana, y cuando vio la relación que ella y el Lobo tenían, los celos lo consumieron. Entonces adoptó la forma del Lobo Espiritual a fin de suplantarlo y, en un momento en que el Lobo Espiritual fue a hacer su habitual ronda al otro extremo del bosque, Nefasto apareció frente a su hermana, quien no pudo detectar el fraude y se quedó dormida en el pelaje de Nefasto. Al llegar el Lobo a la cueva y encontrar a su Diosa durmiendo en el pelaje del suplantador, su corazón se quebró y se llenó de odio, a tal punto que se abalanzó sobre Nefasto y lo destrozó en el acto. La Diosa, entendiendo el engaño del que había sido víctima, se lanzó a los pies del Lobo Espiritual para calmarlo e intentó acariciarle las orejas, mientras grandes lágrimas caían por sus ojos, pero la rabia contenida del Lobo Espiritual era tan intensa que, a pesar de las súplicas, se abalanzó sobre la Diosa y la destrozó también, dejando solo sus huesos en la cueva.
Aquella noche aulló iracundo a la luna durante horas. Luego de eso, el corazón del Lobo se llenó de odio y rencor; cuidaba del bosque, pero ya no sentía el placer de antes, los animales le temían al punto de esconderse al verlo pasar. El corazón del Lobo había sido destrozado y su alma estaba contaminada. Algunos animales murmuraban sobre lo ocurrido y el Lobo parecía odiar cada vez más a la Diosa.
Pasaron días, meses y un año completo y los huesos abandonados en la cueva empezaron a sufrir una transformación. Con cada aullido del lobo a la luna, los huesos se recubrían de carne lentamente. Al año y medio, los huesos habían tomado forma humana otra vez; y a los dos años se veía el cuerpo completo de la Diosa, totalmente desnuda, tendida en la tierra, como durmiendo. La última luna llena de octubre, el Lobo Espiritual fue, como cada víspera de aniversario de la muerte, a aullar a la colina, pero aquel día en la cueva, los ojos de la Diosa se abrieron. Estaban llenos de ira. Se puso en pie y escuchó los aullidos, se llevó la mano al pecho y no sintió su corazón, se limpió la tierra acumulada en su cuerpo desnudo; con el cabello, que le llegaba a los tobillos, la Diosa se elevó en el aire, hasta llegar donde se encontraba el lobo y se mostró en su completa desnudez. Entre tanto el Lobo Espiritual la miraba sin terminar de comprender, la Diosa se acercó a él con lentitud mientras levitaba junto al lobo, con una de sus uñas cortó el cuello del Lobo, quien murió en el acto; y con lágrimas en los ojos, la Diosa se comió una a una las partes del lobo. Cuando terminó, se comió también los huesos y finalmente se tragó la cola como si fuera un espagueti. Luego se limpió la sangre que goteaba por su boca con el brazo y regresó a su reino, donde apenas habían pasado siete días, tomó un baño y se echó a dormir.
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El I Premio Somnia de relato breve se creó con la intención y el fin de promover la literatura entre los autores más desconocidos, y la lectura en internet.
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