Lo que no preví está hoy ante mis ojos. Así la sorpresa se encarna en rostros. La vida gira y ya no somos los mismos. Nos envuelve, abajo y arriba, mientras que corre en lo profundo sin que podamos verla. Y de pronto sale su cauce a la luz, y sus aguas reverberan y nuestros ojos se ciegan ante la belleza de un mundo antes oculto.
Siempre creemos que nos espera el acantilado más allá de la vista. Caer está en nuestra naturaleza, y todos los hombres saben que la felicidad no es eterna, que la juventud pasa pronto y que la muerte nos acecha. El dolor es hermano de la vida. Pero de vez en cuando, como un cometa que cruzara el cielo a pleno día, hay instantes que permanecen, que brillan, se incendian y se clavan. Existencias enteras depende de esos instantes. Son meteoritos que caen sin ruido y levantan montañas de la nada; no destruyen mundos, sino que construyen escaleras a un cielo siempre lejano.
Gracias y bienvenido, meteorito. Brillemos juntos.