
<<Los antiguos pensaban que la formación y la constitución del hombre era la obra más propia de la Divinidad, la más digna de ella, y es la única que atribuyeron a la divina Providencia; opinión que tiene por base dos verdades incontestables. En primer lugar, la naturaleza humana (el hombre) está en parte compuesta de un espíritu y un entendimiento, que es la sede propia de la providencia (de la provisión); sería absurdo e increíble suponer que elementos brutos hayan podido ser el principio de una razón y una inteligencia; por lo cual es menester concluir que la providencia del alma humana tiene como modelo, principio y fin una Providencia suprema. En segundo lugar, el hombre es como el centro del mundo, al menos en cuanto a las causas finales, pues si el hombre pudiera ser suprimido del Universo, todo el resto no haría ya más que errar vagamente y flotar en el espacio sin objeto ni fin; en una palabra, para servirme de una expresión recibida e incluso trivial, el mundo no sería más que una especie de escoba deshecha y cuyas pajas se dispersarían por falta de atadura. En efecto: todo parece demasiado destinado y subordinado al hombre, pues solo él sabe apropiárselo todo y sacar partido de todo>>.
(Francis Bacon, De sapientia veterum, XXVI: Prometheus)