Mozart olvidado

Hoy he visto y oído un magnífico vídeo de un canal de Youtube del que os hablaré algún día, sobre el gran genio de la música clásica muerto en Viena en 1791. Me ha impresionado saber que murió el día de mi cumpleaños, e inmediatamente se ha creado un vínculo emocional entre aquel hombre increíble, talento portentoso que a los cinco años era capaz de memorizar y repetir, nota por nota, composiciones de gran complejidad, y este pobre servidor que apenas es capaz de escribir dos líneas seguidas sin cometer algún error.

Me ha impresionado su poder musical, su valentía personal, su grandeza de ánimo, su capacidad para el amor y el arte, y sobre todo su mala fortuna y la pobreza y el olvido en el que lamentablemente murió. Nadie acompañó su féretro camino del cementerio. Lo enterraron en una fosa común, y su cuerpo se perdió entre enterramientos y desenterramientos, porque para los pobres no había cruces ni lápidas, ni mausoleos.

Hoy, nadie sabe dónde están sus restos, si es que sobreviven aún. Lo que sí sobrevive es su música, que fue apreciada en su tiempo y mucho más después de su muerte. Y yo me pregunto si es necesario que el genio muera para ser reconocido, y por qué los hombres somos tan injustos, tan estúpidos y al mismo tiempo tan justos y tan inteligentes, porque si fuera todo malo en nosotros la memoria de Mozart se habría perdido, junto con su cadáver.

Me siento unido a un hombre tan maravilloso y a un alma tan sensible, no porque yo pueda alcanzar siquiera la suela de los zapatos de tan gran talento, sino porque él también me ha construido, con su música, y porque todos los que venimos después le debemos cuanto compuso, y por lo que murió endeudado, solo y como un apestado.

¿Sabéis que ni siquiera su mujer quiso acompañarle al cementerio, y que se desentendió de su tumba durante décadas? ¿Sabéis que, muchos años después de su muerte, hubo un intento de determinar dónde estaba enterrado y que no se pudo encontrar nada, por lo que simplemente se erigió un monumento en su honor? Sin embargo, ¿quién recuerda a José II de Habsburgo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico? Pero sí recuerdan a Mozart, que era apenas un niño prodigio cuando visitó la corte de este emperador. Así de contradictoria es la vida del hombre: ignorado por sus coétaneos, que se entregaban servilmente a los poderosos, y adorado por los posteriores, que olvidaron quién gobernaba.

La grandeza de un hombre se mide por la huella que deja en la historia y el bien que hace a las generaciones futuras. Y en esto, Mozart es uno de los más grandes.

Publicado por Somnia

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