El consejo que te doy

¿Mi consejo?

Que ames.

Que ames.

Que ames.

¿A quién?

A ti en primer lugar. Luego a los otros tanto como a ti, en la medida en que puedas, si se dejan amar. Amarlos como a ti significa disculparlos. Porque sé sincero: perdonas tus errores con absoluta displicencia y los olvidas enseguida, pero guardas memoria y a veces rencor por los errores de los demás durante años, aunque sean solo estupideces.

Que ames a Dios. Si no lo haces, nunca serás feliz. Es la mayor aventura de tu vida. Pero aquí poco te puedo decir yo que no sepas. Él se da, se manifiesta, quizás ya lo hizo y tú no escuchaste. Si no está, no puedes alcanzarlo. Es un absoluto milagro que no se puede lograr con ninguna aplicación ni con terapias ni con filosofías, ni tampoco con viajes ni meditaciones ante estatuas (aunque todo eso puede ayudar).

Que ames lo que amas, que lo ames abiertamente y con pasión, y que te entregues a ello, siempre que sea bueno, y que haga bien a los demás. Controla tus pasiones, analízalas; y si pueden construir en tu alma y en la vida de los demás una pequeña semilla de bondad, belleza o utilidad, o quizás un gran monumento, da igual, entonces persíguelo con la pasión de quien está enamorado, así te confunda o te destruya, porque finalmente lograrás alcanzarlo, bien sea totalmente o en parte. Pero una parte de eso que amas valdrá más que un mundo entero de lo que no amas, lo mismo que diez minutos con la persona amada son más valiosos que una vida entera con alguien de quien no se está enamorado.

Ama lo que puedas salvar. Ama también lo que no tenga remedio, porque es único e inigualable e irrepetible en ti, que eres un ser individual que jamás volverá a darse en la historia del universo. Puede que haya otros Póntilos Dactos, pero nunca ninguno de ellos será exactamente igual que yo, porque yo soy único, se rompió el molde conmigo, lo mismo que mis huellas dactilares son únicas y jamás ningún otro humano las poseerá. De modo que ámate todo entero, lo bueno y lo menos bueno, lo hermoso y lo feo, lo sano y lo enfermo, lo puro y lo malvado, porque todo forma parte de ti, incluso aquello que debe ser arrancado pero que no lo será, porque arrancarlo sería matarte entero. Así también a veces extirpar un órgano con cáncer puede suponer la muerte, y se permite que ese órgano continúe enfermo, contagiado del terrible mal, hasta que se sane o se desencadene, en cambio, el inevitable final que todos hemos de alcanzar.

Ama y que el amor te guíe cada día de tu vida, aplacando la ira, moderando el miedo, sujetando el recelo, apagando la frustración, disipando el odio. ¡Es tanto el bien que el amor puede hacer en tu vida! Un amor consciente, positivo, cultivado, apasionado, perseguido, actualizado, diario, robusto, que mira a los ojos, que no se acostumbra, que no se convierte en rutina; un amor infantil y adulto a la vez, un amor inocente, un amor que no se deja convencer por la lógica de la retribución y la reciprocidad. Ese amor por todo, pero primero por las personas, de las cuales la primera de todas soy yo mismo, eres tú mismo, es una fuerza más poderosa que cualquier otra en la vida, incluso más fuerte que el puro odio, ese que se manifiesta en la voluntad de destruir toda forma de vida y todo rastro de humanidad, incluso la propia. ¡Cuántos suicidios se evitarían si las personas hubieran aprendido a amarse, y hubieran recibido de los demás ese mismo amor que deberían ofrecer como consecuencia natural de amarse a sí mismos!

El amor no es tontería ni insensatez, el amor es astuto y es voraz, el amor es fuerte y es un muro que soporta las privaciones, las derrotas, la espera, la deserción, la desilusión, la pena. El amor es un cometa que viaja por el firmamento y arrasa con cuanto se pone en su camino, pero no lo hace de forma inconsciente y fría, sino imponiendo las manos sobre cuantos deben o pueden ser afectados, porque el amor, ante todo, sabe. El amor se esfuerza en saber, en conocer aquello que ama y aquello que deja atrás, lo mismo que el amante enamorado se pasa largos ratos contemplando la foto de la mujer que ama, y también conoce aquello que desprecia, pues ha mirado a las demás y las ha encontrado mucho menos merecedoras de su afecto y devoción, y todas le parecen detestables y horrendas en comparación de su amada, a pesar de lo cual comprende y acepta que otros amen a otras mujeres, pues el amor sabe. El amor sabe cuál es su destino, y no se entretiene en juzgar los destinos de los demás. El amor sabe que debe partir en pos de él, y no cesar jamás, y encuentra en esa búsqueda no un agrio y amargo camino, sino una maravillosa oportunidad, un sendero directo hacia la alegría.

El amor sabe.

El amor puede.

El amor alcanza.

El amor llena.

Como decía Tagore, «el amor colma la vida, como el vino la copa».

Este es mi consejo, amigo mío.

Ama, y haz lo que quieras.

Photo by How Far From Home on Pexels.com

Publicado por Somnia

Blog literario y magazine cultural

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